En la Educación Básica ecuatoriana persiste la
idea arcaica y pobre de encasillar y limitar a la educación musical a simples
cantos escolares o a tediosas sesiones de audición musical de vivencias ajenas
a la realidad nacional o simplemente a una jornada de fundamentación teórica
que cansa y aleja de la espiritualidad emotiva del sonido. En este sentido,
podemos afirmar que no toda la música se reduce a canción, ni toda canción que
el niño escucha y ejecuta es sinónimo de formación escolar.
La escuela no minimiza el espíritu infantil, por
lo que, el maestro ha de tener presente que hoy en día todos viven inmersos en
música y para este fenómeno ha de preparar al niño. Por consiguiente, la
Educación Musical en la escuela ha de perseguir una doble finalidad: disponer
el espíritu del escolar para conocer y gustar la buena música, y dotarlo de un
repertorio de temas musicales y canciones que llenen sus necesidades de
expresión emocional tanto en el aspecto individual como social.
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